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5 obras que trajo la Revolución

Al concluir la Revolución Mexicana, nuevos edificios acompañaban al país en su búsqueda de progreso. El Art Decó fue la tendencia predominante en este periodo.
vie 20 noviembre 2015 07:20 AM
frontón_méxico
frontón_méxico - (Foto: Archivo de Obrasweb)

La Revolución Mexicana, la primera en el planeta durante el siglo XX, la primera donde se ocupó la aviación para realizar bombardeos en batalla y la primera en ser filmada, dejó cerca de 1 millón de muertos en 10 años y detuvo por entero a la industria de la construcción.

Hacia 1920, al término de los choques armados a gran escala, y con una pacificación paulatina, poco a poco aparecieron obras para un México socialmente más maduro. 

Tras el lapso de parálisis, la arquitectura pedía ser otra y debía borrar, hasta donde fuera posible, casi medio siglo de tendencias porfirianas y otros apegos al pasado aún prevalecientes. Aquí presentamos cinco proyectos que lo lograron.

1. Tradición muy oficial: Centro Escolar Benito Juárez

Fachada principal hacia calle Jalapa, colonia Roma. Foto: Cortesía Alain Prieto

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Tocó a Carlos Obregón Santacilia proyectar un espacio escolar durante la presidencia de Álvaro Obregón, quien confió a su secretario de Educación, José Vasconcelos, la modernización del sistema de enseñanza que fue planteada desde los programas de alfabetización hasta la reconcepción arquitectónica de las aulas. 

Aunque el arquitecto Santacilia (bisnieto del presidente Benito Juárez) retomó elementos coloniales y los hizo evidentes, trató de dotar a su mayúsculo encargo —el terreno abarca 1.5 hectáreas— con términos que obedecieran a la 'revolución' vasconcelista.

Nota:  La nueva arquitectura que surgió con la Revolución

Dice el libro Arquitectura mexicana: vivienda, escuela y hospitales de Xavier Guzmán Urbiola, que "el regreso al pasado contenía una dosis de modernidad. Toda la escuela se construyó con concreto y en esto era innovadora […] Las instalaciones sanitarias también alardeaban su modernidad. El costo del edificio fue de un millón de pesos".

Detalle de los elementos arquitectónicos. Tomada de: Historia de la Arquitectura Mexicana. Enrique X. de Anda A.

Al entregarse, en 1924, la primaria y alguna vez también secundaria, era vecina del Estadio Nacional, lugar donde diferentes presidentes tomaron protesta, como Pascual Ortiz Rubio, quien sólo estuvo en el cargo dos años. 

Pero el escenario deportivo fue demolido posteriormente y en su lugar se edificaría, a partir de los años 50, el Conjunto Urbano Presidente Juárez, diseño de Mario Pani. En uno de los esquemas para construir esa unidad habitacional, quedaba de manifiesto que se deseaba ocupar también el predio de la escuela, lo que se descartó.

En contraste, a diferencia de muchos de los edificios del multifamiliar, desaparecidos con los sismos de 1985, la primaria prosigue a la fecha su vida académica, conservando en gran medida su aspecto original.

Nota:  La herencia arquitectónica del General Porfirio Díaz

Como broche oficialista en la historia de esta propiedad, es de destacar que fue decretada por el presidente Felipe Calderón en 2009 como Monumento Artístico y remodelada integralmente al siguiente año, coincidiendo con el centenario del inicio de la Revolución.

2. El remanso indispensable: Parque México

Sección del Teatro Lindbergh remodelado en 2014. Foto: Cortesía Alain Prieto

Concluido en 1927, el Parque General San Martín (su verdadero nombre), fue designado por el propio Plutarco Elías Calles, quien recibió aquel año una réplica del sable del libertador José de San Martín, por lo que correspondió bautizando así al flamante espacio.

Fue José Luis Cuevas Pietrasanta, arquitecto decano muy conocido también por su diseño urbano del fraccionamiento Lomas de Chapultepec, quien trazó la forma de la colonia Hipódromo Condesa, dejando en su centro el característico pulmón con un lago artificial (hoy casi seco), fuentes, andadores, áreas verdes y, como principal prestación, su Teatro Coronel Lindbergh, también denominado en correspondencia al aviador que visitó México en diciembre de 1927. Este escenario al aire libre, hace poco restaurado, está inscrito en un óvalo generado por dos corredores apergolados que rodean la explanada interior.

Especial: El DF, a 190 años

La participación de los arquitectos Ricardo Noriega, Javier Stávoli, Víctor Suárez y el escultor y pintor Roberto Montenegro, definieron una estructura fotogénica con su alta columnata sobre el estrado, vestidores coronados por cúpulas bizantinas, la fuente principal de 'los cántaros' (probablemente creación de José María Fernández Urbina) y arcos de acceso lateral. 

El parque, rodeado por la Avenida México, es decididamente fiel al Art Decó, corriente estilística de rasgos muy geométricos que influyó en buena cantidad de edificios aledaños.

Obedecen a esta estética también la torre del reloj, al sur del teatro, y los letreros y farolas que complementan su urbanización, como lo hacen las bancas de la siguiente arteria concéntrica: Ámsterdam.

En su extremo noroeste, la biblioteca Amalia González, levantada a finales de los 1970, es la única estructura importante que contrasta con el 'sabor' original y complementa las actividades culturales del Parque México.

A sus casi 90 años, y tras diferentes remodelaciones e intervenciones, el sitio sigue ofreciendo esparcimiento para miles de personas que lo visitan a diario entre enormes árboles y palmeras que apenas se levantaban en los primeros años de paz.

3. Departamentos por lo alto: Edificio Ermita

Cara norte del Ermita separando las avenidas Revolución y Jalisco. Tomada de: Arquitectura mexicana: vivienda, escuela y hospitales. Archivo General de la Nación

Uno de los primeros edificios elevados construido en concreto armado debe su autoría a Juan Segura, un arquitecto que estaba emparentado con Gregorio Mier y Terán, dueño de "un terreno más grande que la Alameda Central" en la entonces Ciudad de Tacubaya de los Martí, que en el último cuarto del siglo XIX estaba categorizada como tal.

Dentro, además de la mansión de 11 habitaciones, existía un lago, senderos arbolados amplísimos, un boliche y hasta una capilla (que aún existe), entre otras zonas.

Su hijo, Antonio de Mier y Celis, se había casado con Isabel Pesado, creadora a la postre de la Fundación Mier y Pesado. De acuerdo al libro Arquitectura mexicana: vivienda, escuela y hospitales de Xavier Guzmán Urbiola, la aparición de Juan Segura se pensó "para acrecentar la fortuna familiar", ya que tanto Antonio como Isabel habían fallecido años atrás y la Fundación optó por que el enorme terreno fuera productivo.

Segura lo subdividió, abrió dos calles (Progreso y Antonio Maceo) y construyó dos edificios residenciales: primero el Isabel, en memoria de su mentora, y luego el Ermita, que concluyó entre 1933 y 1935.

El antiguo Cine Hipódromo (hoy teatro) en la fachada sur del Edificio Ermita. Tomada de: portalacademico.cch.unam.mx

Ambos están edificados en el estilo Art Decó —desde la herrería y pisos hasta los coronamientos y saledizos—, que seguía siendo sumamente popular en la etapa postrevolucionaria. 

En el caso del Ermita, el arquitecto demolió la antigua entrada a la propiedad y resolvió una planta trapezoidal que se ajustaba a la forma del terreno. Creó locales comerciales en forma de accesorias en la planta baja, precisamente hacia Avenida Revolución y Avenida Jalisco, y en los siguientes siete pisos diseñó departamentos con diferentes superficies dándoles vista a las vialidades circundantes. Al centro, un cubo de luz permite la incidencia solar y crea un foyer de múltiple altura. 

En el extremo opuesto a la fachada principal adecuó una sala de cine que fue para la época todo un acontecimiento, tanto por su belleza como por su capacidad de aforo, fue inaugurado el viernes santo de 1936, como señala el documental El Triángulo de Tacubaya. El cine ha sido modificado y cerrado varias veces y actualmente funciona como el Teatro Hipódromo Condesa.

4. Paredes que rebotan historia: Frontón México

Acceso principal frente a la Plaza de la República. Foto: Cortesía Alain Prieto

En una época en que las actividades deportivas seguían siendo en su mayoría amateur, y la infraestructura relacionada era precaria, el arquitecto Joaquín Capilla —no confundir con el clavadista y medallista olímpico— creó una sede completamente impensada para el Jai-Alai o 'fiesta alegre', una disciplina llegada de España.

De origen vasco, esta modalidad se había hecho muy popular a principios del siglo pasado y consiste en proyectar una pelota dura contra un paredón (el frontón) con diferentes utensilios como pueden ser raqueta, 'pala' o cesta punta, esta última la más popular.

Aunque existían ya frontones, Capilla edificó el mejor, más grande y, en gran medida, el que habría de profesionalizar al Jai Alai en el país, convirtiendo a los pelotaris mexicanos en potencia mundial de la especialidad. 

En 1927 la tendencia formal lo llevó al Decó, nuevamente, pero también incorporó una moda ornamental llamada 'neoindigenismo' que tuvo su máxima expresión en esa década y en la siguiente.

El masivo centro deportivo, completamente techado, luce sus altos muros sólidos interrumpidos por pocas ventanas. En el acceso principal, un segmento curvo rompe la línea recta excesiva del Decó y muestra una cartela gris en la parte superior con un motivo prehispánico. Sus marquesinas y herrería, así como sus letreros ya sean cincelados o forjados, se apegan a esa corriente.

Detalle de acceso lateral en estado actual. Foto cortesía: Alain Prieto

Como si se tratara de una coincidencia casi natural, frente a él sería rescatado el antiguo armazón del malogrado Palacio Legislativo que Porfirio Díaz aprobó y que en 1938, rediseñado y revestido en cantera, aprovechando aquel esqueleto, se inauguraría como Monumento a la Revolución, obra de Carlos Obregón Santacilia

Sin embargo, el Frontón de Capilla no se ha liberado. A principios de los años 1990 el furor por el Jai Alai había revivido ahí y sus tribunas estaban repletas con transmisiones televisivas, pero al poco tiempo una serie de conflictos administrativos clausuraron el inmueble.

Desde entonces, distintos rumores hablan de su reutilización y hasta se dice que podría convertirse en hotel. Mientras tanto, sus deterioradas paredes ya no regresan el eco de los aplausos ni la emoción de los encuentros.

5. Una declaración imponente: Centro Escolar Revolución

Interior del Centro Escolar Revolución. Foto: Tomada de portalacademico.cch.unam.mx

Nada más adecuado que llamarle así a un complejo revolucionario en el sentido amplio, ya que supuso una modernidad volumétrica, estructural y hasta urbana donde antes se erigía la infame Cárcel de Belén.

Demolida, no podía haberse pensado un mejor sustituto. El Centro Escolar Revolución, obra de Antonio Muñoz García, se levantó en ese mismo sitio entre 1933 y 1934, año en que iniciaba el mandato de Lázaro Cárdenas, primer sexenio presidencial.

Bajo el lema "Educar es redimir", mismo que puede encontrarse en el Monumento a la Educación en su frente norte, la arquitectura de Muñoz se despojó de adornos y se volvió sumamente práctica. Dejó una fachada a 45 grados de la que parte el eje largo del proyecto y creó una plazuela como antesala, donde ahora se encuentra una de las entradas al metro Balderas.

Fragmento del mural Ataque a las maestras rurales de Aurora Reyes en el Centro Escolar Revolución, 1936. Foto: Tomada de studyblue.com

Para otorgarle jerarquía, ensayó una altura múltiple a la entrada y dejó columnas rectangulares soportando un dintel corrido. Todo en el Centro Escolar es rectilíneo y revestido de cantera gris: aulas, oficinas, corredores cubiertos y escaleras. 

Pero el lugar no se quedó sin color, por el contrario, incorporó vitrales de Fermín Revueltas y murales, para los que Muñoz matriculó a un joven Raúl Anguiano y a Aurora Reyes, quizá la primera y más famosa muralista mexicana, así como a Antonio Gutiérrez, Gonzalo de la Paz Paredes, Ignacio Gómez Jaramillo y a Everardo Ramírez.

En planta, el sembrado del conjunto se asemeja a un aeroplano de triple ala, totalmente simétrico y acortando el largo de sus edificios hacia el fondo, donde hacen esquina Río de la Loza y Gabriel Hernández. Diferentes patios medianamente arbolados articulan a los ocho edificios principales.

En 2007 el Gobierno del Distrito Federal destinó 20 millones de pesos al rescate de esta obra que aloja a dos escuelas primarias, dos secundarias −una para trabajadores−, un CENDI, las oficinas de la Dirección General de Bibliotecas de Conaculta y el Centro 14 de Atención Múltiple para niños con necesidades especiales y discapacitados, entre otras dependencias a las que se ingresa por diferentes portones alrededor de la manzana que ocupa más de dos hectáreas de superficie.

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